martes, 25 de junio de 2013

"Das Zalbegriffer" comentarios diversos.


Subido por muzycznynet
Licencia de You Tube estándar.
Video realizado por Primo di Martino, artista y ciudadano ilustre de Monte Grande, la persona más creativa que llegué a conocer jamás. Este video viene a ser una parodia de la Deutsche Welle, donde todo fue hecho por el maestro (la idea, filmación, música, guión, los cuadros [salvo algunas fotos que aparecen], la ironía sobre el dadaísmo y el humor). Por ser una parodia se entiende que el alemán hablado y escrito en este video es inventado.

martes, 14 de mayo de 2013

Consejo al pintor nobel

Reconocemos a las personas por su inconfundible letra  manuscrita, cosa imposible si la letra fuera de imprenta o tipografiada con máquina de escribir o computadora, de ahí que la Justicia considera a aquélla como la única legal.
En las artes plásticas (dibujo, pintura, escultura, arquitectura) ocurre otro tanto. Nos resulta fácil reconocer al primer golpe de vista un cuadro de Van Gogh, Picasso, Modigliani, etc. y entre nuestros artistas, un cuadro de  Quinquela,  Soldi,  Del Prete, etc.
En las obras clásicas, es difícil individualizar al autor de un cuadro, un dibujo o una escultura porque la mayoría de los paisajes, escenas y personajes reflejan imágenes que no podían lograrse con la aún no inventada fotografía. Pero ante el surgimiento de ésta y aún desde poco tiempo antes, los artistas plásticos, a partir del impresionismo, comenzaron a distanciar y diferenciar sus obras de las clásicas, lo cual sigue hasta nuestros días en la casi totalidad de los ejemplos.
Las Academias y los Maestros como es natural, nos enseñan el arte básico que es el clásico, y el alumno, con el correr del tiempo, va creando su personal forma de  pintar. Eso es el estilo de cada uno, su “caligrafía” que como decíamos al principio, individualiza inconfundiblemente a una persona.

lunes, 22 de abril de 2013

Zuzú en El Diario de EE 22 abril 2013



Nota: graciela Telesca

Con sus proactivos 87 años, el artista montegrandino Primo Di Martino sigue firme apostando a la promoción de la cultura. Dibujante, escritor y compositor musical es reconocido local como mundialmente y el Diario de Esteban Echeverría tuvo el agrado de conversar con él. "Mi casa es una casa museo". Así se presentó Primo Di Martino y lo cierto es que a semejanza de su casa es su historia de vida. Uno puede estar sentado largas horas conversando con esta figura de la cultura echeverriana porque tiene miles de relatos por contar.

miércoles, 10 de abril de 2013

Sus memorias atesoran anécdotas y vivencias de distintas épocas


Florinda Bottoni tiene 102 años y Primo Di Martino, 87. Son de los habitantes más antiguos. “Y aquí seguiremos”, coinciden. “Ahora es mejor que antes, está todo muy lindo”, dice ella. “La zona era la más limpia del Gran Buenos Aires”, cuenta él.

viernes, 5 de abril de 2013

Diario Clarín



Por la década del 40 y cuan
do muchos montegrandinos aún no habían nacido, yo hacía dibujos publicitarios como estos para el diario Clarín.

lunes, 18 de febrero de 2013

PRIMO DI MARTINO, Mención de Honor.


LA HABANA (CUBA)

Menciones de Honor de Monólogo Teatral Hiperbreve “Garzón Céspedes” 2012
-Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina) / Bailo
-Marcia Alejandra Rago (Argentina) / Tiempo
-Marcia Alejandra Rago (Argentina) / La espera
-Primo Domingo Di Martino (Italia/Argentina) / Silencio, que habla Don Adolfo

lunes, 11 de febrero de 2013

PRIMO DI MARTINO, Histórica carta.


HISTORICA CARTA DE JORGE
LUIS BORGES A PRIMO DI MARTINO              
                         (FICCION)
Caro Primo:
Tengo la  plena convicción que no me alcanzaría todo el oro del Universo para agradecerte todo lo que has hecho  por mí, puesto que no sólo te debo centenares (miles mejor dicho)  de sabias correcciones y consejos técnicos literarios, sino valiosas recomendaciones para entrevistarme y me apoyaran en mi carrera los personajes más importantes e ilustres de la cultura y en especial de las grandes editoriales del País y del exterior, sin lo cual hoy yo sería un triste y anónimo escritorzuelo de barrio.
Aparte de la publicación de todos mis libros, ¿a quién le debo que se me nombrara Director de nuestra gran e histórica Biblioteca Nacional? Fue una idea tuya para lo cual te entrevistaste subrepticiamente con altas autoridades de la Nación. Al principio me negabas a muerte esa secreta intervención, alegando que según te habían informado en las altas esferas oficiales, me daban tan honroso cargo por mis grandes méritos personales de poeta y escritor, pero como tu noble esposa Chichita Luzurriaga Azcuénaga te miraba de soslayo con severo gesto represivo, te diste por vencido y confesaste la verdad. Como ese gesto, tendría docenas más para recordar y mencionarte, pero no vale la pena repetirte lo que sabes a la perfección por haber sido el principal gestor de los mismos.
A tantos hechos positivos impagables, no puedo pasar por alto tu noble actitud  en ayudarme en todos los casos voluntaria y desinteresadamente en casi tres cuartos de siglo, cosa que en esta era de incurable materialismo globalizado, no es fácil encontrar ni siquiera en un hermano.
No me hace falta leer mi producción para recordar tus numerosas instrucciones sabias, consejos  y correcciones para mejorar mis torpes engendros literarios. Me basta tan sólo leer el “Aleph” tal como tuviste a bien de modificarme y corregirme. El texto original que yo había elucubrado no es mejor que el de un volante de pizzería de barrio, y que hoy leo horrorizado.
Por todo esto, te repito lo que decía Bochi, el protagonista de tu cuento “¿Llegó el Chochán?” hoy famoso en los cinco Continentes:
Cuando escriba mis Memorias voy a mencionar este altruista gesto tuyo para que lo estampen en letras de oro en la primera página.”
Y te repito también la otra muletilla de Bochi:
Muchísimas gracias, pero como con las gracias no hacemos nada, esta noche, cuando me acueste,  te tendré presente en mis oraciones.”
   Cuánta razón tenías al decirme que jamás se me iba a otorgar el Premio Nóbel por más que me propusiera todo el País, debido a que no soy ni socialista ni comunista ni peronista (“ni electricista”, como agregabas bromeando), en tanto que se lo dieron a muchos colegas míos que sí lo eran, pero que no produjeron ni siquiera el 1% de lo que escribí yo; y no voy a dar nombres a quien no los necesita porque sabe y está cien veces más informado que yo.      
    Te comento, Primo, que hoy, mi cara Kodama, por orden mía, se dedicó a juntar todos mis manuscritos (los mismos que me corregiste y que se  publicaron en forma correcta), poemas, cuentos, novelas y ensayos, y mañana, de acuerdo a mis instrucciones, los quemará en el fondo de casa (y de paso ahuyentará a los feroces mosquitos), porque no quiero que un día los mismos caigan en manos de algún periodista de la prensa amarilla y los publique en diarios y revistas,  en cuyo caso la posteridad leería mis imperdonables errores y barrabasadas y exclamaría con justificada sorpresa:
      “¿Pero esto escribía Borges? ¡Qué horror!
       Hasta cualquier momento, Primo caro. Un fraternal abrazo de tu eterno y agradecido amigo Jorge Luis.

Ginebra, 15 Agosto de 1984.

domingo, 10 de febrero de 2013

PRIMO DI MARTINO, ¿Llegó el chochán?, relato.


                           PRIMO DI MARTINO:
                          ¿Llegó el Chochán (*)?

     Cara y ojos redondos asombrados. Estatura más alta que la normal. Grueso. Voz potente de las que hacen retumbar las paredes y los vidrios de las ventanas. Como la mayoría de empleados de esa época, tenía mucha antigüedad en la Empresa, lo que hacía poner carne de gallina y cara de incrédulos a los nuevos, que no podían concebir que una persona estuviese veinte o más años en un mismo trabajo. Espontáneo, sincero, honesto y generoso como pocos, Elio Bochicchio era hijo de napolitanos.
      -¡Qué “lorca”(*), pero qué “lorca”! ¡Es un “lorca”  infernal!
     Así fuera verano o invierno, esa era su  primera frase al entrar al enorme salón de la oficina, antes del saludo de rutina; y acto seguido iba a abrir la gran ventana guillotina practicable sólo hasta la mitad. Luego, cuando olvidaba el asunto, alguien la volvía a cerrar subrepticiamente, y él, sumergido en otras ocupaciones, olvidaba el asunto por completo.
    Le gustaban los rumores de nuestro ámbito laboral, en particular los relacionados con los sueldos, o  “emolumentos” como decía él. Su constante  espíritu curioso lo llevaba también a enterarse de los rumores de la política, el fútbol y el mundo de la farándula, y no había programa de televisión que no viese; no había programas de radio que no escuchase ni había diario o revista que no recorrieran sus ojos, de ahí que alguien lo bautizara con el apodo de “doña María”, y él, muy lejos de enfadarse, lo festejaba con una estentórea risotada que seguramente se oía desde todos los pisos de la Empresa.
    Con insuperable gracia e histriónica interpretación, a veces relataba alguna secuencia televisiva que había llamado su atención, como esa vez que  un hombre paupérrimo de los barrios periféricos había ganado una gruesa suma de dinero en el Prode, uno de los populares juegos del azar basado en los resultados de los partidos de fútbol. Lo primero que hizo el  mencionado fue abandonar a la mujer con la que vivía en pareja. Y como ella se quejaba con exceso en los medios periodísticos, radiotelefónicos y televisivos, entrevistaron al hombre para que justificase su actitud. Enfrentado a las cámaras de la televisión, él exclamó dirigiéndose públicamente a su ex compañera:
       -¡No, no te voy a dar ni un centavo! ¿Querés plata? ¡Jugá al Prole, jugá!
    La gracia está, por supuesto,  en que se dice Prode, y no Prole.
   Bochi hablaba siempre amalgamando espontáneamente la seriedad con la broma. Supongamos que viese a un compañero con pantalones anticuados -o clásicos mejor dicho-; se podía dar por seguro que  dejaba oír  una de sus estrepitosas carcajadas exclamando a la vez que señalaba la prenda con índice acusador:
          - Che, ¿esos son los “lompa” (*) que usó Alan Ladd en  "El valiente de Oklahoma?
        Era celosísimo con la fonética original de su apellido italiano a lo que asignaba una importancia capital. No soportaba escuchar que alguien lo pronunciaran tal como corresponde en castellano, y, a menos que lo hiciera un superior, se apresuraba a corregirlo con rápida claridad:
      -Mi apellido no es “Bochicchio”, sino “Bokikio”, ¡“Bo - ki - kio”!